La muerte en Tripión, como ya vimos, es inexperta; le falta el oficio y el rodaje que sí tiene su colega en la Tierra. Por lo pronto, que circunstancialmente mate a alguien, no es suficiente motivo para entrar en pánico existencial. No es de extrañar entonces que los habitantes de Tripión vivan (nunca mejor dicho) con total indolencia el acecho de una parca principiante.
Aquí se da una situación muy diferente: La muerte es efectiva pero misteriosa. En este planeta todavía no tenemos muy claro cómo elige a sus víctimas; acaso por sorteo, acaso por méritos, acaso cumple una orden superior, arbitraria y antojadiza. Cualquiera sea el mecanismo, siempre nos parece objetable y carente de toda justicia, pero así son las cosas. Uno no decide, a lo sumo puede patalear de forma estéril, resistirse tezonudo, pero no es más que una pantomima que se nos permite para hacer más colorido el acontecimiento.
En fin, es de esperar que más temprano que tarde, la parca de Tripión aprenda su oficio y entonces, al instante, se acabará la primavera; las religiones y las ciencias tendrán sentido, los médicos y los dueños de pompas fúnebres serán prósperos y lentamente ese mundo virgen, caótico y descuidado empezará a parecerse a nosotros. Este es un buen momento para vivir en Tripión. Como decía aquella canción de nuestra infancia «Juguemos en le bosque mientras el lobo no está…»